UNA OVEJA CARNIVORA Aquélla noche se realizaba una gran fiesta en casa de la Comadreja, con abundancia de manjares y licores, y amenizada por la agnífica orquesta que dirigía el Zorzal y que integraban el Boyero, la Calandria, el Grillo, el Mangangá, la Chicharra,el Cardenal, la Rana, el Guitarrero y otros músicos de fama. Todos los animales del pago acudieron dispuestos a divertirse, en un simpático plano de igualdad que superaba hasta las diferencias físicas, puesto que se veía bailar al Gusano con la Abeja, al Cascarudo con la Mariposa, al prosaico Moscardón con la espiritual Libélula y al esbelto Guazubirá con la Tortuga remolona y sin garbo. Entre los initados se encontraba el Tigre quien era que mayor consumo hacía de bebidas y comestibles, lo cual no le impedía mantenerse alerta para atrapar al Zorro, apenas apareciera éste en la fiesta. Pero Juan precavido como sempre, se presentó disfrazado de Oveja, y tan a la perfección que hasta el propio Carnero creyó que se trataba de alguna congénere soltera y se dispuso a conquistarla, fiel a sus viejas mentas de Tenorio. Era eso precisamente lo que buscaba el Zorro, que entre melindres y esquives, ya bailando una piecita con él, ya dejándolo plantado para acceder a las reiteradas invitaciones del Tigre, lo fue poniendo celoso poco a poco. De tanto en tanto hacía Juan sus escapadas furtivas hasta el comedor, donde se destacaban de los demás manjares agrupados en la mesa los pollos "al natural ", que constituían su plato favorito. Pero hete aquí que en un momento dado,mientras masticaba a dos carrillos una tierna pechuga, fue descubierto por la Cotorra --chismosa incorregible--- la cual salió al punto hacia la sala de baile, pregonando a voz en cuello tan sensacional noticia. ---¡ La oveja come pollos ! ¡la oveja come pollos ! chillaba el escandaloso pájaro ¿Cuándo se ha visto cosa semejante? A excepcíón del carnero que continuaba iracundo en su rincón, todo el bicherio restante comprendió que había gato encerrado. Y hasta el mismísimo Tigre, no obstante lo menguado de su caletre, dióse cuenta de que la oveja y Juan eran un solo ser y de que se le presentaba la ocasión de vengarse. Atacaba la orquesta un pericón cuando volvió el Zorro a la sala, muy orondo mordiendo ostensiblemente una hoja de lechuga. El overo, al verlo, se le acercó relamiéndose el hocico y le dijo en tono amable, a fin de evitar sospechas.
--- ¿Me concede este periconcito moza? Pero Juan que leyó en sus ojos los siniestros propósitos que abrigaba, huyó dando baliditos de terror hacioa el sitioo donde estaba el Carnero. y estrechándose contra éste, se puso a gritar desaforadamente
----¡Socorro, socorro, que ese indigno me ha faltado el respeto! ---¡Yo te voy a dar socorros sinvergüenza! --- lució el Tigre lanzándose hacia él y tirándole un zarpaso que el Zorro esquivó apenas.
Entonces, el Carnero ansioso por obtener a cualquier precio los favores de la esquiva "prenda" retrocedió un buen trecho para tomar impulso y luego invistió con furia a su rival, aplicándole tan rudo topetazo en el vientre que le cortó el resuello, circunstancia que aprovechó el enceguecido cornúpedo para seguir golpeándole sin tregua, hasta dejarlo fuera de combate. En tanto, Juan soltando alguna de aquéllas burlonas carcajadas que el Overo conocía tan bien, gritábale desde la puerta --- ¡No se aflija Don Tigre, que no es nada!¡Lo peor vendrá cuando su señora se entere de la causa de esos golpes y empiece a cantar el zueco en sus costillas!. EL GRILLO; AÑO X; Nro 52; Noviembre 1964.
--- ¿Me concede este periconcito moza? Pero Juan que leyó en sus ojos los siniestros propósitos que abrigaba, huyó dando baliditos de terror hacioa el sitioo donde estaba el Carnero. y estrechándose contra éste, se puso a gritar desaforadamente
----¡Socorro, socorro, que ese indigno me ha faltado el respeto! ---¡Yo te voy a dar socorros sinvergüenza! --- lució el Tigre lanzándose hacia él y tirándole un zarpaso que el Zorro esquivó apenas.
Entonces, el Carnero ansioso por obtener a cualquier precio los favores de la esquiva "prenda" retrocedió un buen trecho para tomar impulso y luego invistió con furia a su rival, aplicándole tan rudo topetazo en el vientre que le cortó el resuello, circunstancia que aprovechó el enceguecido cornúpedo para seguir golpeándole sin tregua, hasta dejarlo fuera de combate. En tanto, Juan soltando alguna de aquéllas burlonas carcajadas que el Overo conocía tan bien, gritábale desde la puerta --- ¡No se aflija Don Tigre, que no es nada!¡Lo peor vendrá cuando su señora se entere de la causa de esos golpes y empiece a cantar el zueco en sus costillas!. EL GRILLO; AÑO X; Nro 52; Noviembre 1964.
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